lunes, 16 de marzo de 2015

omaragon omarteum: "GENERACIÓN DESCARTABLE II"


Capítulo 6




“LOLITA”


 “Sobre la negrura luminosa
 tengo mucho que decir,
 pero mejor callar.”
  Mahmûd Shabistârí


Algunas veces yo salía del departamento de Farolito para encontrarme con Lolita. Ella había aparecido en
nuestra mesa en el Politeama una noche con Tango, mientras él preguntaba ¿qué hacíamos ahí?... y si no habíamos visto a la Poderosa, y se sentaron porque Gracielita les dijo:
- ¿Qué les pasa, che?... sientensé y quédense acá, “ya va a venir lo que esperamos…”
Entonces ellos se sentaron en nuestra mesa y Loli sin más preámbulos nos contó cómo había aparecido internada
en el Moyano porque se había peleado con su vieja y había roto el juego de sillones del living con un hacha; y si no se la llevan al loquero hubiese acabado destrozando a hachazos a su propia madre.
Y esa noche terminamos yendo al cine Lorraine a ver las “Historias Prohibidas” de Edgar Alan Poe. El cuento
final del doble perseguidor con Alain Delón nos pareció sumamente inquietante. 

Después estuvimos un rato en El Estaño y al final nos fuimos a picar unas Instilasas en las escaleras del conventillo de las artes de la calle Libertad.
Lolita era realmente divina, una especie de Liz Taylor con los mismos ojos violetas, solo que eternamente
adolescente y rematadamente loca.

Negros pelos acaracolados cortados muy cortitos, rostro muy blanco y afilado con pequitas y boquita de fresa mórbida.
Y anduvimos dando vueltas por los boliches del gueto cuando se me dio por decirle que podríamos ir a buscar un poco de grass de la planta de K. ahora que ella se había ido a Londres. Así que enseguida nos fuimos hasta allá y cuando
llegamos y Loli vió la planta no lo podía creer. Llenamos una bolsa de papel con hojas y capullos y volvimos a la city.
Por la noche estábamos en el Moderno tomando café sin saber adonde ir mientras Loli hojeaba divertida mi cuaderno de notas y dibujos marca Superman donde yo le había escrito un poema, y al pié del poema ella escribió un inmenso
“TE AMO” y debajo puso su firma junto al símbolo de la paz. Pero lo mas extraño fue que en la hoja siguiente escribió de pronto con letra apurada y automática:
TELEGRAMA URGENTE
AVISO-ARRIBA-AVIÓN-NO MÁQUINA
DENTRO DE …
Y entonces nos entró como una urgencia de ir a algún lugar sin saber bien adonde. Yo me repetía el telegrama
tratando de descifrarlo: “arriba avión no máquina” ¿qué podía ser?... arriba podía ser de arribar, algo que está por llegar y también podía ser la parte alta de un lugar… pero… avión-no maquina ¿qué podía ser?...
 Y ahí se nos ocurrió de ir a lo de Martha, y fue una elección muy acertada, porque apenas llegamos nos encontramos con un chico que tenía unos trips y quería cambiar por grass y le mostramos la bolsa de verdolaga y Loli habló un rato con el chico que nos cambió toda la bolsa por una sintética pastillita color violeta; y enseguida volvimos a salir y nos
metimos en un bar pituco de Florida y Córdoba, un barcito americano con manteles azules en las mesas y empapelado rojo en las paredes, todo muy edípico, e iluminado por una tenue luz difusa, y entonces pedimos unos tes y Loli cortó en el revés de un platito con una 
gillete la diminuta tortita violeta que me pareció de una materia especialmente esponjosa y liviana; y cuando en medio de nuestra animada
conversación nos dimos cuenta que ya nos estaba pegando, porque a nuestro alrededor los colores se tornaron luminosos y vibrantes y nos veíamos como empapados en néctar y bañados de rocío, nos atacó el speed y salimos 

nerviosamente a movernos, a caminar de arriba abajo por Corrientes.
Corrientes…¿qué era esa procesión continua de gente que deambulaba por las veredas del gueto en la noche interminable de “la calle que nunca duerme”?...
Pasamos al otro lado por el obelisco y nos paramos en la puerta de El Colombiano. Respirábamos la atmósfera
terrestre como si fuese un denso líquido atómico-molecular. Y en realidad la gran ciudad con todas sus luces encendidas… era opaca, porque como una piel cubría
bajo tantas luces a la vibrante y radiante y elemental oscuridad por donde deambulaban los seres como navegando en el viento. Y mientras estábamos parados ahí en la
puerta del bar viendo si encontrábamos a alguien fue que descubrimos que la gente que andaba por la calle era esencialmente de la misma materia de la noche, indiferenciables de la noche misma, pero también había además, algunos seres de los que pasaban junto a nosotros que estaban como iluminados por dentro, no muchos, pocos, en realidad muy pocos en esa inmensa muchedumbre; y
tampoco excesivamente iluminados, sino apenas un discreto resplandor lilaceo de luz negra en los ojos, en los labios, en las manos, en los dientes, en cabelleras como pálidos rescoldos de un fuego atípico; náufragos solitarios que
andaban como a la deriva con su tenue claridad, emitiendo alguna señal.
Entonces apareció Renée y se paró frente a nosotros mirándonos… con una sonrisa enigmática de labios violeta fluor…y cuando la saludamos nos dijo:
-      Yo estoy en sincronía con la luz negra…¡ustedes también!… somos un oximoron…en micron...en on...
Y enseguida se alejó entre la gente.
Mas tarde nos encontramos en El Estaño con unos amigos de Lolita que estaban con un auto y se nos dio por
irnos a Villa Gessell. Adelante iban los chicos conduciendo, y Loli y yo íbamos tendidos en la inmensa cama-playa del asiento de atrás. Pero a mitad de camino Loli hizo que los chicos parasen ahí en pleno campo para hacer un pis, y al volver al auto, en un balbuceo lleno de contradicciones aunque imperativo, nos convenció de que debíamos volver a Buenos Aires… ¿qué estábamos haciendo?... ¿para dónde íbamos?... ¿íbamos o veníamos?...total desorientación general…pensándolo bien, ¿qué necesidad había de ir a la Villa?… lo mejor era volvernos porque por ahí en la Villa no había onda… o pintaba la pálida…
Entonces los chicos dieron vuelta y regresamos.
En el asiento de atrás nos íbamos haciendo unos mimos con Lolita, cuando al encenderse la noche entramos a
Buenos Aires. Estábamos calientes y nos bajamos del auto en una calle cualquiera de San Telmo; podíamos ir a bailar a algún boliche, pero empezamos a pasearnos y al final  nos metimos en un bar que estaba junto a un hotel. Nos sentamos en esa mesa fatal donde yo quedaba ubicado frente al espejo  de modo que no podía evitar mirarme, y sin duda que no me veía nada bien… Descubría en la exploración de mi rostro una especie de… crispación entre la risa y el llanto.
¿Qué me pasaba? La sensación no era nada agradable… me sentía tan feliz y al mismo tiempo tan desdichado…
Lolita escribía y dibujaba en mi cuaderno. Había puesto, como saben hacer frecuentemente los niños, su manita
abierta en medio de la hoja y con la lapicera iba dibujando su contorno, (signo oscuro y arcano si los hay), y después dio vuelta el dibujo formando un bichito fantástico con cinco patitas, de una increíble dulzura que pedía “amor, solo
amor, total amor”.
Debajo del dibujo escribió:
“Esta es Lolita Amor
Es un continuo dar y dar amor
Pero…
¿qué pasa que siempre está llorando?
Y arriba puso:
“Amigos…¿no tienen un poquito, aunque sea un retacito de amor para mi?... si tienen tiempo, si no, no importa… Por favor, ¿me dan un poquito de amor? “…


Y ya estábamos por subir al hotel cuando de pronto Lolita me miró a través del espejo, y al ver los antagónicos componentes de mi expresión dijo con sincera simplicidad:
- Yo quiero hacer el amor con ese… si...
Y yo supe con seguridad que se refería a la parte alegre de mi expresión; y agregó en un susurro:
- …pero con ese otro no…
Y entonces entendí que se trataba de mi parte triste…
 Así que no fuimos al hotel y a través del espejo Lolita me veía pasar de un estado a otro de mi crisis bipolar, y a veces
decía con dulzura:
- Si, con ese si… 
-y enseguida 
–pero con ese otro no, con ese no…
Yo estaba lamentablemente dividido y el tiempo transcurría a pesar nuestro, ya amanecía y lo que hubiese sido lo mas simple, es decir pasar a través del espejo por la puerta del fondo del bar y subir las escaleras hasta una habitación de hotel, se convirtió en la misión imposible.
Esto debe ser lo que se llama un mal viaje, pensé.
Entonces Lolita me dijo:
-      Vos estás mal, y hasta que no hagamos el amor vas a seguir estando mal, creeme, es así de simple.


Fue por entonces que Miguel volvió de Brasil. Lo encontré  una noche en el Bár-bar-o  tomando cerveza. Estaba
hermoso, vestido de blanco parecía un mahatma, y festejamos alegremente su regreso. Habían viajado juntos él y el Peli, pero en Río se habían peleado y cada cual siguió por su lado. Él se juntó con una turma de músicos geniales que le volaron la mente, volvía con nuevas ideas, el tropicalismo estaba en pleno auge, Gal Costa había editado
su nuevo  álbum…
Muy tarde, cuando ya cerraban el bar nos perdimos por esas calles  aparentemente sin rumbo fijo, y en una esquina me dijo que estaba viviendo ahí, en el departamento de una amiga pero que no me podía hacer entrar por razones obvias, que lo esperase un momento porque tenía algo para mi. Entró y en seguida  volvió a salir con el long play de Gal Costa que me había traído de regalo de Brasil. 
Nos separamos en esa misma esquina. Ya nos encontraríamos en cualquier momento por el gheto en
la city. Y yo me fui para mi casa  en Lanús, cruzando el Riachuelo, para encerrarme en mi habitación y escuchar interminablemente el disco de Gal, y en
especial “Divino. Maravilloso”.


Mi habitación, un cubo evanescente
suspendido en el tiempo, y exactamente en el centro del techo de esa habitación que yo mismo había pintado de un tenue color lila, pendía un fino hilo del que colgaba un diablito de felpa rojo con cola de alambre retorcido y
sosteniendo en la mano el clásico tridente. Lo habíamos encontrado con
la Negra en el fondo de una bolsa de ropa vieja que estaba tirada en la calle.
 La luz se filtraba a través del falso vitraux de la ventana,  y aveces, en medio de una gran quietud, el diablito giraba hacia un lado o hacia otro, solo, giraba solo.


Una noche en el gheto era una de esas noches en que uno siente que el piso quema bajo los pies, y que uno se ha lanzado ahí a danzar en medio del fuego. Yo caminaba por Corrientes dando brazadas y largas zancadas sabiendo que en cualquier momento me  podía parar la policía y terminaría la noche del sábado en un oscuro calabozo de seccional.
Una noche caliente, y yo avanzaba como un naufrago  por la vereda apartando  las olas de gente a mi paso…
En La Paz miré por la vidriera a ver si había alguien, pero como no vi a ningún conocido seguí bajando por el gheto
hasta La Giralda, y ahí si, ahí estaban, sentados en una mesa bajo la luz blanca implacables de los tubos fluorescentes. Si, ahí estaban Renée, Tango, Gracielita, Miguel… Tras el agite y la persecuta de la calle, esa mesa parecía un oasis en medio del desierto. La navegación había sido muy peligrosa, había tenido que pasar por delante de los canas y los patrulleros pero ahora arribaba a puerto seguro.
-       Hola –dije -¿qué hacen?..
Hubo un largo silencio, se miraron entre sí y fue Renée la que respondió:
 - Estamos esperando un hombre.
Y yo comprendí casi subliminalmente que no estaban esperando una persona, estaban esperando al hombre  como Diógenes buscaba un hombre con su linterna encendida en pleno día.
Pero la calma no duró demasiado, porque ni bien me senté a la mesa en ese mismo instante un patrullero paró frente a las puertas de La Giralda, y bajaron unos canas que con sus recios abrigos azules estaban entrando al bar y viniendo como para el lado de nuestra mesa. Me levanté de la silla como accionado por un resorte, no, otra vez no, no
me llevarían otra vez hasta su mugriento antro tenebroso… Y me levanté como un solo hombre. Sentí pánico al ver que era el único que se había levantado, pero yo no me quedaría a esperar ningún hombre, no me iba a quedar sentado ahí
esperando  a ese hombre. No miré nada y avancé por entre las mesas. Pasé junto a los canas que por casualidad no me
pararon, y fue muy raro, porque siempre que había redada en un bar lo mas sospechoso era tratar de salir, pero esa noche no me pararon y llegué a la vereda y me mezclé en la corriente de gente y me alejé del lugar. Furioso repetía para mis adentros “Esperando un hombre, estamos esperando un hombre…”  Me quedé un rato dando vueltas por ahí, crucé
la calle y me puse a observar el bar desde la vereda de enfrente… ¡No se los llevaban!… De mesa en mesa fueron pidiendo documentos y al final se fueron sin llevarse a nadie.
Quedé trastornado, al parecer el hombre que mis amigos estaban esperando había llegado pero se había escapado
cobardemente.
Al rato vi que mis amigos se levantaban de la mesa y se desbandaban cada cual por su lado. Tango cruzó la
calle hacia donde yo estaba. Avanzaba iracundo como pateando el asfalto; paró un taxi en medio de la avenida y al verme me llamó. Enseguida me uní a él y nos arrojamos sobre los asientos traseros del auto. Le dio al conductor la
dirección de Kalendar, pasaríamos por la casa para ver si estaba Marcela.
 - ¿Qué te pasó?... –me preguntó Tango enseguida -¿Cómo te mandaste así?... No te llevaron de milagro.
- No iba a quedarme sentado esperando que me lleven -dije.
-      Cuando estas con la gente tenés que pensar en grupal, la acción individual no sirve. Te hubieses quedado con nosotros, viste que no nos llevaron.
-        Pero otras veces nos llevaron a todos.-alegué.
-       Si nos llevaban a todos al menos íbamos a estar juntos, pero vos te mandaste solo…
Llegamos a Kalendar y Tango me dejó en el taxi y subió a ver si estaba Marcela. Comprendí lo difícil de mi situación: si Marcela estaba arriba, él se quedaría hablando con ella mientras abajo el taxi seguía corriendo y yo me había quedado como rehén del tachero.
Pasó un tiempo. Yo no tenía para pagar el viaje y estaba impaciente. Pero por suerte Tango volvió a aparecer en la puerta de Kalendar. Suspiré al verlo. Su aspecto era muy original, parecía un príncipe egipcio, calzaba sus  botas beats de cuero negro, y unos pantalones negros muy ajustados, con una polera verde loro… piel aceitunada y esos mechones negros desparejos...
 Volvió  al taxi como zapateando sobre la vereda en el más
perfecto estilo de andar rocanrolero, hasta entrar en el taxi y decir que estaba todo el mundo pero Marcela no estaba, y entonces le dio al chofer la dirección del departamento de Farolito en la calle Laprida, al otro lado de la city y viajamos hasta allá, viendo pasar las luces de las calles a través de la ventanilla.
- Escuchá este temita que estoy componiendo –dijo Tango –te lo hago a capela, después en lo de Farolito te lo canto con la viola. Escuchá, oí como empieza:
"solo quiero vagar
y vagar
y vagar
divagar…"
  Y cuando llegamos me tuve que quedar otra vez en el taxi mientras él llamaba por el portero eléctrico diciendo que estaba abajo con un tacho y que no tenía plata, a ver si alguien podía bajar a pagar… por favor.







Por entonces ya nos inyectábamos otro producto de venta libre en farmacias. Eran cajas de cinco ampollitas y venían respaldadas por los prestigiosos laboratorios “Wellcome” de
Londres. Cinco ampollitas esbeltas como pagodas orientales, y lo mas maravillosos que se pueda ver: sobre el cristal, impreso en letras azules: “Wellcome – METHEDRINE” y encerrado en un círculo, (casi una miniatura), la fantástica
figura de un unicornio azul, en cada una de las ampollitas, “made in England”.


¿Pero que era esto realmente?
Según el mismo prospecto era una composición de meta anfetamina y se decía que en la práctica médica se usaba como un poderoso reactivador cardíaco en los estados de coma profundo. Era una droga para casos terminales, algo así como un resucitador.
 La denominación ya me fascinaba: meta, como metafísica, lo que está “más allá” (“metha ta”) de la física, (un mero código bibliotecario de Alejandría creado para indicar los libros que se ubicaban después de los de la física)… Y esto era meta-anfeta…
Leíamos los prospectos médicos como  si fuesen mensajes poéticos cifrados.¡Pero qué atractiva que era la presentación del producto! Los ingleses si que saben de marketing.
 El caso es que ya todos estábamos picándonos esa droga de curso legal. ¿Cómo era posible que una medicina tan peligrosa, de uso tan delicado y restringido se distribuyese en cantidades fabulosas para venta libre?
 Se decía que hasta el Presidente Kennedy tomaba anfetas por prescripción médica. Hubo un acelerado consumo
masivo y en poco tiempo el pico se instaló como un nuevo paradigma de la cultura hippie. Todo el mundo fue a ver “Panico en el Parque” donde un yonky se inyectaba diciendo “La muerte es el mejor estimulante”. Tal ves hubiese cientos
de personas adictas en Buenos Aires en 1970 que se picaban, como yo, un par de cajas por semana, lo que no es poco.
Sin duda que debía tratarse de un experimento muy bien orquestado, porque todavía se vendían las pioneras
Pervetas, ya que muchos adictos solía mezclar una ampolla de perveta con una ampolla de methedra en el mismo grifo como la fórmula ideal para un buen coctel endovenoso.
 Pero los efectos eran bien diferentes: el pervitín era extático y estático, uno podía permanecer horas y días copadísimo con un dibujo, un amor, una canción o un collar de mostacillas. Pero con methedrine pasaba otra cosa que era como un gran juego infinito que había que jugar, una
pura acción con mecanismos sumamente complejos y siempre llenos de significados mágicos ocultos.
Y en los momentos de acción mas intensa se tenía la sensación de que toda la realidad se trasladaba  para su continuidad… en otro lugar. Si, daba la impresión de que el desarrollo de los hechos presentes tendría continuación lógica en un intangible aunque concreto y visible más allá.  Transitábamos los fragmentos de un tiempo original, y la realidad era tan solo el ensayo de la realidad.
Era muy extraño, realmente misterioso: venta libre en dosis masivas y la policía reventándonos en las cárceles y los psiquiatras castigándonos en las clínicas y en los loqueros con electroshock, coma insulínico y medicación para psicóticos; centenaress de casos, de jóvenes y adolescentes… algo que involucraba a toda una generación.
La adicción al Methedrine se manifestaba en el convencimiento del adicto de que cuanto mas se picara, más remontaría la corriente del tiempo. Se experimentaba primero un rejuvenecimiento notable,  y luego se
adolecía casi hasta la infancia. La corriente del tiempo fluía al revés.
Ese efecto fue muy bien reflejado en el film Candy, donde los ancianos se inyectan una droga que los transforma en niños.
 Yo miraba el logo de la ampollita y me parecía intuir que en ese unicornio estaba la clave de un gran secreto.
 Una droga poderosa, muy poderosa, de venta libre y de  importación, autorizada por el ministerio de salud… y lo mas increíble: a precios pop!!!, muy económicos, (not much
expensive!) .
En ese momento en todo el planeta el Flower Power en pleno, con los Beatles y Timoty Lear a la cabeza se manifestaban por el libre uso y experimentación con diversos tipos de  alucinógenos y psicodélicos… y de pronto  llegaban a Buenos Aires drogas pesadas respaldadas por la Wellcome para libre distribución a bajo precio.¿acaso un regalo de la corona?..¡¡¡Bienvenido!!!  Y esa política de expendio tipo “pico libre” funcionó durante un par de años desde fines de los ´60 con diferentes marcas y productos farmaceuticos. ¿Desde dónde se orquestó ese negoción?  Veamosló en perspectiva: centenares de casos de
pibes con alteraciones químicas en el organismo, locos y delirantes, moviéndose dentro de la pautada figura algebraica del gheto de Buenos Aires, acosados por la policía y hostigados por los psiquiatras.

 Una total confabulación de poderes. Sin duda un experimento cruentísimo que nadie nunca investigó, una política de “vista gorda” de un Estado pro colonialista que
nadie jamás denunció.
 Y la extraña sensación que tenía el adicto en todo momento, es decir el hecho de ser OB-SER-VA-DO, de alguna forma era real y no tan solo una mera paranoia, sin duda por alguna extraña tecnología nos estaban viendo, nos veían… como cobayos de laboratorio inyectados con isótopos radioactivos nos detectaban, con invisibles electrodos registraban todas
nuestras sensaciones, nuestros pensamientos, nuestras emociones.
 Nos perseguían por el ghetto, nos golpeaban, nos aislaban, nos incomunicaban, nos castigaban con todo el peso de las leyes, y nos recluían en clínicas psiquiátricas.
¡Luego la policía y la psiquiatría supervisaban el experimento!…
¿Acaso para el Estado éramos monstruosos mutantes que debían ser tratados con drogas teratológicas?
Yo por mi parte era un monstruito inocuo, apenas un perverso polimorfo, cobarde e irascible, violento y obstinado, mimético y delirante, y en una podrida situación
familiar clase media tipo; no sabía nada de mí ni de los otros, ni de las leyes del juego; me parecía que había todo un orden social preestablecido desde antes de mi llegada, que había leyes absurdas y formas de comportamiento totalmente arbitrarias e injustas. Era incapaz de sentir en realidad, emplazado en una estructura rígida y represiva no podía expresarme, no sabía demostrar amor ni afecto ni empatía, estaba bloqueado para la creatividad y necesitaba para desarrollarme esa droga que el Estado tan oportunamente ponía a mi alcance sin sospechar que el premio mayor sería  siempre el castigo. Y muchos se perdieron, se quedaron en el camino, desaparecidos ya antes de los desaparecidos en una pre selección de “elegidos” descartables como jeringas,
“quienes se presentaron en los escalones de piedra del loquero con las cabezas rapadas y balbuceando como arlequines del suicidio exigiendo lobotomía instantanea, y quienes recibieron en cambio el concreto vacío de la insulina, el metrasol, el shock eléctrico, la hidroterapia, psicoterapia, terapia ocupacional, ping-pong y amnesia.”  


Por entonces, junto con las primeras cartas de Juanito desde Madrid, Barcelona y París, recibí la primera carta de K. desde Londres.
Estaba escrita a máquina en papel vía aérea color celeste con membrete azul. Arriba de la página mi nombre, luego doce puntos suspensivos, luego siete series de puntos suspensivos diversos, y en el medio de la hoja una
pregunta: 

“¿Y?”, subrayado,  y su nombre al pié de la página:
K.
Toda la carta era una sola pregunta:
 ¿Y?
Yo la interpretaba con mayor extensión  como: ¿y?...¿qué estas haciendo?... ¿y…qué esperás para viajar como habíamos quedado? 
Si, habíamos acordado que yo trataría de viajar a Europa, y que pronto nos reuniríamos… ¡Parecía que me estaba esperando!
 ¿Y yo qué estaba haciendo en Baires sin poder despegar? ¿Por qué me perdía entre los endédalos del gheto, en calles y
boliches y amigos y plazas y casas y cárceles y manicomios? ¿Qué estaba haciendo que no me concentraba en la idea fundamental del trip que era EL VIAJE, un viaje que se había iniciado con la psicodelia de la mente pero que
buscaba su continuidad en el espacio real.


Pero lo mas extraño de todo
era el membrete de la hoja de la carta: ¡un unicornio azul, y junto a él en letras azules:

BURROUGHS WELLCOME & CO,
 y en letra mas chiquita 
The Wellcome Fundation Ltd., y mas abajo: 
The Wellcome Building Euston Road – London NW1 –
Telefon Euston 4477 – Cables & Telex – Tabloid London Telex 22280
Junto  a mi nombre y dirección una especie de saurio
gruñendo con un signo de la paz en el lomo.
 Yo miraba todos los detalles de la carta, hasta los números y los puntos me parecían claves importantes.
¿Pero qué significaba esta coincidencia?:mientras aquí, en Baires yo me picaba un producto de los laboratorios Wellcome (¡Bienvenido!), al mismo tiempo recibía una carta de K con membrete de la BurroughsWellcome Foundation… ¿Qué significaba todo esto?
 ¿Ella había escrito la carta sobre un papel membretado “casual”?... ¿o tal vez estaba trabajando para la Wellcome Foundation y me escribía desde la oficina?... o tal vez el papel era de un block del dueñode casa de la dirección a donde podía escribirle: Jim Ryan/para K.. – 12 Lancaster Road – London W11 England…
…¿Y?...
¿Pero tanto misterio por una simple coincidencia?  Los unicornios ingleses abundan desde el escudo nacional hasta en los orinales…
¿Y?...
¿Y qué estaba haciendo?
¿Y?... ¿qué estaba esperando?...
Yo  miraba el unicornio azul del membrete de su carta y lo comparaba con el unicornio idéntico impreso en azul sobre el cristal transparente de las ampollitas de Methedrine… y pensaba: ¡pero qué misteriosa coincidencia!
    

(continuará)